Vive
Delicada,
como la dulce nube que forja el cielo negro,
Suave,
como la flor que surca un mar azul.
Roja,
como la sangre que brota en el volcán caliente.
Quema,
como la herida ardiente en el enfermo.
Cura,
como el pincel que todo lo crea y el lápiz que lo borra,
Mancha tu tés serena en el sol azul del bosque y
guarda el blanco vivir en tu sonrisa en el cielo negro,
para que el reflejo sea azul y el mar bello.
Vuela,
hacia el oscurecer que pinta el miedo y
tiembla,
en tu cuerpo la sensación de apego,
la luz yace muy adentro,
duerme apagada en las llamas de puros lamentos
y la lluvia amarilla del recuerdo,
tiñe el blanco y el rojo para hacerlos, en la oscuridad
y perdido laberinto.
Surge
de entre la tierra blanca un sufrimiento floreciente
en el verde valle del oscuro suelo.
Pinta
en la mente cada dulce momento,
forja su encuentro con el corazón abierto,
con la mano en la mano
que vuela en el aire y el silencio.
Vive
en la luz, en el sol del tardío caer del cielo, en el alma que come cada tormento, en el tiempo que nace en cada latido y tañe en tu vista la perfección de cada segundo,
en el paso, en la huella que se funde en un lago de esperanzas, en la historia que se crea en un volcán de emociones,
en la frágil caricia de un corazón calmado de pasiones,
en el sueño de haber, de un ser, de un estar, en la promesa de una eternidad, en el fuego que alimenta cada palabra y consume cada lágrima, en el ojo que trae el brillo en cada anochecer, en el acto que provoca una sonrisa, una emoción, en el frío que mata cada oscura sensación, en la frescura de la lluvia que trae cada sorpresa, en cada detalle, en cada paso, y en cada latido.
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